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La historia de mi fiesta y el invitado molesto


Ha llegado el día de la esperada fiesta. Has invitado a mucha gente, gente a la que quieres, amigos que hace tiempo que no ves y con los que estas deseando compartir un buen momento. Todo está yendo fenomenal, risas, abrazos, buena charla... ¡¡qué buen momento!!. Estás disfrutando a pleno de tu gente cercana y especial.

Vuelve a sonar el timbre de la puerta, te diriges hacia ella, abres y aparece tras la puerta tu vecino, su gesto es extraño, parece algo enfadado y te dice que hay mucho ruido en tu casa, que no puede descansar y que ha pensado unirse a la fiesta..... Sin más, se abre paso prácticamente dándote un empujón y entra. Su actitud te parece maleducada, un tanto extraña y poco acertada, pero te encuentras tan bien en este momento y estás disfrutando tanto, que no te planteas iniciar ahora una discusión con él.

Han pasado apenas dos minutos desde que tu vecino entró y se encuentra como en casa, se ha servido una copa de vino y al poco ha empezado a molestar a tus amigos. Ha intentado pasarse con tu mejor amiga. Sin ser esto suficiente, ha empezado a toquetear todos los aperitivos que preparaste con tanto mimo, echándoselos a la boca y dejándolos luego nuevamente en el plato. Para colmo, acaba de derramar toda la bebida de su copa sobre la mesa y el suelo. En fin..., parece ser que alguien realmente molesto se ha colado en tu casa y se la está cargando.

Ahora te pregunto... ¿qué podrías hacer ante una situación tan poco afortunada e inesperada? Tenemos a este personaje que está dando al traste con tu fiesta, y ahora te cuesta poder disfrutar de ella porque tu atención está puesta en este vecino molesto que se coló.

Si piensas en lo que puede hacerse las opciones son limitadas, al menos sin tomar medidas drásticas. Optas finalmente por pedirle que no moleste más, y él asiente, dice que así lo hará. Pero pasados cinco minutos la situación vuelve a ser la misma. La fiesta hace tiempo comenzó a resentirse por la conducta de este vecino, así que decides meterle en una habitación para que no moleste, pero en un despiste sale de esa habitación y vuelve a incordiar a tus invitados y amigos. Finalmente sólo te queda la alternativa de sacarle fuera de la casa, y quedarte ante la puerta de tu casa para asegurarte de que no volverá a pasar.

Y ahí estás tú.... plantado en la puerta durante todo el tiempo que dure tu fiesta para controlar que el invitado molesto no se cuela. Y entonces, ¿qué pasa con tu fiesta...? Simplemente que te la estás perdiendo.

Fuente basada en Hayes et. col 1999

Esta pequeña historia nos puede ayudar a reflexionar sobre cómo, en ocasiones, cuando experimentamos en nuestra vida un episodio o situación que nos provoca malestar, centramos toda nuestra atención en ello. Gran parte de nuestro esfuerzo lo destinamos a estar pendiente de ese malestar, buscamos el modo de deshacernos de él, que ese vecino molesto desaparezca, y esto paradójicamente, lo que provoca es que ese malestar se haga más fuerte, más presente y termine haciéndose con el control de la casa y de lo que en ella pasa.

No obstante, en la medida que seamos capaces de aceptar ese malestar, sin tratar de evitarlo o poniendo toda nuestra atención en él, comenzarán a abrirse espacios de todos esos otros aspectos que forman parte de nosotros y de nuestra vida. Estos otros espacios suelen ser los realmente importantes y los que nos hacen sentir bien contribuyendo a nuestro bienestar.

En definitiva se trata de saber dónde es importante poner nuestro foco, sin dejarnos llevar por las circunstancias del momento.


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